jueves, 19 de enero de 2012

Querido Wilson,

 
Recuerdo aquella película, la de Naufrago. Seguramente la vieron también. Había un accidente de avión y el protagonista se quedaba atrapado, sin poder salir de una isla desierta. A medida que pasaba el tiempo, le iban faltando recursos de supervivencia como el agua, la comida, etc. Le empezó a crecer barba y adelgazó. Pero hubo algo que le hizo sentir bastante mejor. Fue Wilson. Cogió una pelota de volleyball, le puso algo parecido a pelo, le dibujó una cara y le puso nombre, Wilson. Sabía perfectamente que era una pelota, pero el hecho de tener algo parecido a una persona le hacía sentir mejor.

¿A veces no les ha ocurrido que se han hartado tanto de las personas que prefieren estar con un animal? Y cuántas veces nos han cabreado, en general, las personas. Cuántas veces habremos dicho que son estúpidas. Cuántas veces habremos dicho que así va el mundo, con gente así. Incluso, cuántas veces necesitas tiempo para estar solos.

Yo, por ejemplo. Soy una persona que me gusta tener mis ratos. Ratos para mi misma. No me da miedo quedarme sola un rato. De hecho creo que es muy necesario estarlo a veces, la soledad elegida. Que es muy distinta a la otra. Es verdad que muchas veces estoy bien estando sola en mi casa, pero no les voy a mentir, cuando suena la puerta y alguien entra, sonríes. Es verdad que te lo puedes pasar bien tu sola viendo una película de risa, o tu serie favorita. Pero es mil veces mejor, verla con alguien más y comentar lo que va pasando.

Eso que dicen de que somos seres sociales, es muy cierto. Nadie está nunca solo en este mundo, nadie. Y nadie, por muy cabreado que pueda estar con la humanidad, nadie quiere estar siempre solo. Porque nos sentimos mejor compartiendo. Hay sofás con hueco para más de una persona; hay coches con muchos asientos; hay clases con muchísimas sillas; hay cines y teatros con muchas butacas; hay restaurantes con muchas mesas; hay casas con muchas habitaciones. Incluso el gimnasio, podríamos perfectamente hacer deporte en casa cada uno por su cuenta, pero se han inventado un lugar al que todos van para hacer deporte en la misma sala. Todo se comparte. Casi todo lo que inventamos, lo inventamos pensando en que se va a compartir.

¿Sabían que cuando hay un bebé enfermo en una incubadora, juntarle con otro bebé puede hacer que se recupere muy rápido? Es un hecho que se escapa de la lógica científica, pero es cierto, ocurre, el simple hecho de estar acompañado le mejora.

Puede que a veces sea pasota y soy la típica que nunca se entera cuando le suena el móvil. O que no suelo llamar a nadie, y parece que por eso quizás me importe menos la gente. Pero claro que me importan, muchísimo. Sonrío cuando veo muchos comentarios el día de mi cumple. Sonrío cuando me dejan mensajes de navidad. Sonrío cuando me preguntan sobre mi vida o si estoy bien. Sonrío cuando alguien me dice que cree en mi y en lo que hago. Sonrío cuando alguien me abraza, o me besa o me dice que me quiere. Sonrío cuando alguien me dice palabras sinceras. Incluso, ahora sonrío al recordar las veces que me he enfadado en general con las personas, y sin embargo, no me imagino un mundo sin ellas. Porque todos, sin excepción, necesitamos ir corriendo hacia alguien cuando estamos felices. Cuando nos pasa algo bueno o algo fuerte, enseguida vamos corriendo a contárselo a alguien. Cuando nos sentimos culpables o enamorados, enseguida se lo contamos a alguien. Porque parece que no terminamos de celebrarlo, hasta que lo compartimos. Y cuando estamos mal o tristes o pasando por un momento duro, necesitamos que esta vez alguien corra hacia nosotros para apoyarnos y recordamos que no estamos solos.


...Solo hay una cosa peor que morir; morir en soledad.

No hay comentarios: