jueves, 1 de noviembre de 2012

HOY.


Todo artista necesita una inspiración. Una musa o un sentimiento que les haga brotar eso que llevan dentro. Una emoción que les haga vibrar y recordar quienes son y en qué creen.

Hoy es uno de esos días, una de esas noches en las que algo me inspira y necesito escribirlo. Escribir es lo que me pide el cuerpo cada vez que siento esta inspiración o este cúmulo de sentimientos. No me pide pintar, no me pide cantar; me pide escribir.

Hoy es uno de esos días normales, incluso, bajo la mirada de algunas personas se le podría llamar aburrido o simple. Hoy es uno de esos días, que, al igual que todos, solo tienen 24 horas, pero te da la sensación de que has crecido como persona y has aprendido algo nuevo, y parece como si hubieses avanzado unos cuantos pasos adelante.

Hoy me he dado cuenta de que tenemos que estar agradecidos por todo lo que nos pasa y todo lo que tenemos. Me he dado cuenta del valor que tiene la amistad, cuando esta es de verdad y te lo demuestran. Me he dado cuenta que el amor te da felicidad, y tener alguien a tu lado que te quiere por quien eres, ya sea tu pareja, tu familia o tus amigos, es algo muy valioso que a veces olvidamos agradecer. Me he dado cuenta de que mi familia me ha dado todo lo que ellos han podido conseguir con mucho sacrificio para que hoy yo pueda labrarme un futuro y tener más oportunidades de las que ellos jamás tuvieron. Me he dado cuenta de que me han criado de una forma en la que el éxito se basa en dejar tu huella hacia un mundo mejor cuando te vayas y en ayudar a los demás, y no en tener los bolsillos llenos de dinero. Me he convencido aún más de que en las pequeñas cosas es donde se halla lo grande; en un gesto, en una frase que te puede alegrar el día, en un discurso que te puede dar esperanza, en las palabras de un amigo, en la mirada fija de tu perro o gato, que sin hablar, te dice muchas cosas.

Hoy me he dado cuenta de que el mundo sí puede cambiar a mejor, y ya sé cual es el camino. Hay gente además de mi que lo ha visto, incluso gente que puede cambiar el mundo significativamente, personas como Barack Obama que puede volver a ser presidente de uno de los países más influyentes del mundo. Cuando oigo su discurso y el de su mujer, y las historias que cuentan de sus familias me recuerdan a la mía, me doy cuenta de que con gente como él al mando el mundo sí que puede cambiar. Porque los discursos de la familia Obama me emocionan, y eso es porque me ilusiona pensar que lo que prometen y en lo que yo también creo,puede hacerse realidad.

Hoy es uno de esos días en los que ves la esencia y el fondo de las personas, de la humanidad. No sé si saben a lo que me refiero. Uno de esos días en los que a pesar de saber que existen guerras, y a pesar de saber todas las personas que otras personas han matado y la crueldad de algunos locos, sabes que en el fondo el ser humano es generoso. Y sabes que individualmente no somos nadie, que el mundo es una comunidad y debemos hacer las cosas pensando en los demás, y por el bien de los demás, y no solo por el nuestro. En el fondo, el ser humano tiene buen corazón, y te das cuenta de ello cuando pasan catástrofes naturales y la gente se ayuda. Ante la debilidad todos nos volvemos más iguales, aunque sea por necesidad.

Hoy es uno de esos días en los que me voy a la cama sonriendo, sin razón alguna, y por todas las razones a la vez. Uno de esos días en los que recuperas la ilusión de pensar que las cosas si que pueden mejorar, y sabes que lo harán. Uno de esos días en los que estás inspirada y necesitas contárselo al mundo. Uno de esos días en los que sueñas, suspiras, sonríes, y notas que estás creciendo, y que llegará el día en que crezcas hasta convertirte en la persona que deseas ser.

martes, 27 de marzo de 2012

Autopsia a una hormiga


Con las emociones a flor de piel. Uno de esos momentos en los que sin saber bien porqué, te encuentras especialmente sensible. Incluso diría que demasiado sensible. En los que percibes cosas que normalmente pasan de largo sin que te fijes. En los que cualquier melodía medianamente lenta te haría emocionarte. En los que cualquier tontería, te afecta.

Y quizás sea precisamente por estar sensible o porque de verdad he aprendido esto. Le damos poca importancia a lo pequeño, a lo “imperceptible”. Nos causa risa lo pequeño, lo que llamamos insignificante. No me refiero solo a pequeño en tamaño, sino más bien pequeño en importancia. Pero si te fijas bien, es precisamente en lo pequeño donde se halla lo más grande. Es precisamente un pequeño gesto, o una pequeña palabra, o una pequeña mirada lo que hace que la vida valga la pena.

Me intriga mucho más saber que puede haber dentro de una cajita pequeña de regalo, que saber lo que habrá detrás de un enorme regalo. En lo pequeño, incluso en lo minúsculo se haya la genialidad. Nosotros mismos, estamos hechos de pequeñas células, que forman un cuerpo grande, si, pero sin lo primeramente pequeño no estaríamos aquí. Y todas las cosas, también están hechas de pequeños átomos.

Cuando alguien te acaricia, te produce placer cada poro de tu piel en el contacto con la llama de sus dedos. Cuando alguien te besa, te produce dulzura cada pequeña célula que se junta con la tuya. Cuando alguien te abraza, notas más cariño con cada pequeño milímetro que se van acercando.

Alguien puede pasar contigo solamente dos días, e incluso unas pocas horas y sin embargo recordar a esa persona y ese instante el resto de tu vida. Con una persona pudiste solo hablar una frase, y sin embargo, pudo ser la frase más importante que te hayan dicho jamás. Una sola gota de un buen perfume puede ser más duradero que un bote entero de uno malo. Una sola mirada o sonrisa fugaz te pueden enamorar más, que alguien que intenta enamorarte y que ya conoces de hace tiempo. Un solo número diminuto en un tablón que diga que has aprobado te puede hacer enormemente feliz. La primera nota de una canción, es la que te hará sonreír al reconocerla y saber lo que viene después. El hecho de que alguien dé la cara por ti o sea honesto, puede parecer una cosa simple, pero a la vez puede ser lo más grande.

Lo que intento decirles es, que me he dado cuenta de una cosa. En lo diminuto se haya la excelencia. En lo diminuto es donde empieza todo. Lo diminuto es lo que hace algo grande o importante, las pequeñas cosas, los pequeños momentos.

No es tan disparatado pensarlo, por mucha risa que pueda causar; tenemos tanto que aprender de las hormigas y sin embargo, son tan diminutas. Deberíamos ir más allá, aspirar a más, y, hacerle la autopsia a una hormiga.



jueves, 19 de enero de 2012

Querido Wilson,

 
Recuerdo aquella película, la de Naufrago. Seguramente la vieron también. Había un accidente de avión y el protagonista se quedaba atrapado, sin poder salir de una isla desierta. A medida que pasaba el tiempo, le iban faltando recursos de supervivencia como el agua, la comida, etc. Le empezó a crecer barba y adelgazó. Pero hubo algo que le hizo sentir bastante mejor. Fue Wilson. Cogió una pelota de volleyball, le puso algo parecido a pelo, le dibujó una cara y le puso nombre, Wilson. Sabía perfectamente que era una pelota, pero el hecho de tener algo parecido a una persona le hacía sentir mejor.

¿A veces no les ha ocurrido que se han hartado tanto de las personas que prefieren estar con un animal? Y cuántas veces nos han cabreado, en general, las personas. Cuántas veces habremos dicho que son estúpidas. Cuántas veces habremos dicho que así va el mundo, con gente así. Incluso, cuántas veces necesitas tiempo para estar solos.

Yo, por ejemplo. Soy una persona que me gusta tener mis ratos. Ratos para mi misma. No me da miedo quedarme sola un rato. De hecho creo que es muy necesario estarlo a veces, la soledad elegida. Que es muy distinta a la otra. Es verdad que muchas veces estoy bien estando sola en mi casa, pero no les voy a mentir, cuando suena la puerta y alguien entra, sonríes. Es verdad que te lo puedes pasar bien tu sola viendo una película de risa, o tu serie favorita. Pero es mil veces mejor, verla con alguien más y comentar lo que va pasando.

Eso que dicen de que somos seres sociales, es muy cierto. Nadie está nunca solo en este mundo, nadie. Y nadie, por muy cabreado que pueda estar con la humanidad, nadie quiere estar siempre solo. Porque nos sentimos mejor compartiendo. Hay sofás con hueco para más de una persona; hay coches con muchos asientos; hay clases con muchísimas sillas; hay cines y teatros con muchas butacas; hay restaurantes con muchas mesas; hay casas con muchas habitaciones. Incluso el gimnasio, podríamos perfectamente hacer deporte en casa cada uno por su cuenta, pero se han inventado un lugar al que todos van para hacer deporte en la misma sala. Todo se comparte. Casi todo lo que inventamos, lo inventamos pensando en que se va a compartir.

¿Sabían que cuando hay un bebé enfermo en una incubadora, juntarle con otro bebé puede hacer que se recupere muy rápido? Es un hecho que se escapa de la lógica científica, pero es cierto, ocurre, el simple hecho de estar acompañado le mejora.

Puede que a veces sea pasota y soy la típica que nunca se entera cuando le suena el móvil. O que no suelo llamar a nadie, y parece que por eso quizás me importe menos la gente. Pero claro que me importan, muchísimo. Sonrío cuando veo muchos comentarios el día de mi cumple. Sonrío cuando me dejan mensajes de navidad. Sonrío cuando me preguntan sobre mi vida o si estoy bien. Sonrío cuando alguien me dice que cree en mi y en lo que hago. Sonrío cuando alguien me abraza, o me besa o me dice que me quiere. Sonrío cuando alguien me dice palabras sinceras. Incluso, ahora sonrío al recordar las veces que me he enfadado en general con las personas, y sin embargo, no me imagino un mundo sin ellas. Porque todos, sin excepción, necesitamos ir corriendo hacia alguien cuando estamos felices. Cuando nos pasa algo bueno o algo fuerte, enseguida vamos corriendo a contárselo a alguien. Cuando nos sentimos culpables o enamorados, enseguida se lo contamos a alguien. Porque parece que no terminamos de celebrarlo, hasta que lo compartimos. Y cuando estamos mal o tristes o pasando por un momento duro, necesitamos que esta vez alguien corra hacia nosotros para apoyarnos y recordamos que no estamos solos.


...Solo hay una cosa peor que morir; morir en soledad.

jueves, 12 de enero de 2012

Cuando perdemos la cuenta...


-¿Cuántas veces has actuado sobre un escenario?-Le preguntó Jack a Miranda.
-Unas 5 veces, si no recuerdo mal.

-¿Cuántas veces has celebrado tu cumpleaños?
-Teniendo en cuenta que tengo 25 años, pues 25 veces.

-¿Cuántas veces has viajado?
-No muchas, solo 6 veces.

-¿Cuántas veces has suspirado? ¿Cuántas veces has besado? ¿Cuántas veces has abrazado? ¿Cuántas veces has tenido miradas cómplices? ¿Cuantas veces te han dicho que te quieren? ¿Cuántas veces te han sonreído?

-¡Espera Jack, para! ¿A qué vienen tantas preguntas? Y sobre todo, estas últimas no te las puedo responder...

-¿Por qué no?

-Porque he perdido la cuenta...

-Ahí quería llegar yo...-dijo Jack sonriendo.

-No entiendo a lo que te refieres

-Cuando perdemos la cuenta...

-¿Qué pasa?

-Lo bonito empieza cuando perdemos la cuenta.
  Te quiero, y ¿sabes que es lo mejor de todo? Que no tienes ni idea de cuántas veces te lo habrán dicho.

-¡He perdido la cuenta!

-Exacto

...Y con una mirada cómplice los dos se sonrieron.